
La Conquista
Mejor es ser paciente que poderoso; más vale tener control propio que conquistar una ciudad. —Proverbios 16:32
Conquistar nuestra voluntad, deseos desordenados y personalidad, para no ser arrastrados por ellos, es una tarea que requiere estrategia, entre otras cosas.
Conquistar territorios de acuerdo a las promesas de Dios, territorios como la familia, la sociedad que nos rodea, y todo lugar que pisen nuestros pies, es el llamado de Dios, quien nos otorga su gracia para lograrlo.
Conquistar prueba nuestra fe, esta prueba puede desarrollar constancia.
porque ustedes saben que, siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene una oportunidad para desarrollarse. Así que dejen que crezca, pues una vez que su constancia se haya desarrollado plenamente, serán perfectos y completos, y no les faltará nada. —Santiago 1:3-4
La frase “perfectos y completos” no se refiere a una falta de error, sino al descanso que trae ejercer el dominio propio.
La conquista del pueblo de Israel del territorio Amorreo, así como la Conquista que Dios nos llama a realizar están fundamentados en Su Promesa
La promesa
• La promesa es de Dios, nosotros la recibimos por fe
• La promesa a Abraham
El SEÑOR le había dicho a Abram: «Deja tu patria y a tus parientes y a la familia de tu padre, y vete a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una gran nación; te bendeciré y te haré famoso, y serás una bendición para otros. Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te traten con desprecio. Todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti». —Génesis 12:1-3
Después el SEÑOR dijo a Abram: «Ten por seguro que tus descendientes serán extranjeros en una tierra ajena, donde los oprimirán como esclavos durante cuatrocientos años; pero yo castigaré a la nación que los esclavice, y al final saldrán con muchas riquezas. En cuanto a ti, morirás en paz y serás enterrado en buena vejez. Cuando hayan pasado cuatro generaciones, tus descendientes regresarán aquí, a esta tierra, porque los pecados de los amorreos no ameritan aún su destrucción». —Génesis 15:13-16
Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. 2 Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. 3 Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: 4 He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. 5 Y no se llamará más tu nombre Abram,[a] sino que será tu nombre Abraham,[b] porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. 6 Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. 7 Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. 8 Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos. —Génesis 17:1-8
La promesa de Dios a Abraham nos ayuda a comprender que la conquista de los territorios no fue un acto de arbitrariedad por parte de Dios. Eran los territorios que Dios había prometido a Abraham y que en los tiempos de su nieto Jacob hubo una hambruna que los llevó a vivir en Egipto para guardarlos de morir de hambre o exterminados por tribus más poderosas que ellos.
Esta ausencia de Israel permitió que otras tribus se apropiaran de su territorio.
• Hebreos 11:8-10 Abraham mostró su fe por su obediencia
• Hebreos 11:17-19 Cuando Dios nos pide el primer fruto del cumplimiento de su promesa.
Por ejemplo, estaba la promesa que Dios le hizo a Abraham. Como no existía nadie superior a Dios por quién jurar, Dios juró por su propio nombre, diciendo: «Ciertamente te bendeciré
y multiplicaré tu descendencia hasta que sea incontable».
Entonces Abraham esperó con paciencia y recibió lo que Dios le había prometido. Ahora bien, cuando las personas hacen un juramento, invocan a alguien superior a ellas para obligarse a cumplirlo; y no cabe ninguna duda de que ese juramento conlleva una obligación. Dios también se comprometió mediante un juramento, para que los que recibieran la promesa pudieran estar totalmente seguros de que él jamás cambiaría de parecer. Así que Dios ha hecho ambas cosas: la promesa y el juramento. Estas dos cosas no pueden cambiar, porque es imposible que Dios mienta. Por lo tanto, los que hemos acudido a él en busca de refugio podemos estar bien confiados aferrándonos a la esperanza que está delante de nosotros. Esta esperanza es un ancla firme y confiable para el alma; nos conduce a través de la cortina al santuario interior de Dios. Jesús ya entró allí por nosotros. Él ha llegado a ser nuestro eterno Sumo Sacerdote, según el orden de Melquisedec. —Hebreos 6:13-20
Por eso el Espíritu Santo dice:
«Cuando oigan hoy su voz, no endurezcan el corazón como lo hicieron los israelitas cuando se rebelaron,
aquel día que me pusieron a prueba en el desierto.
Allí sus antepasados me tentaron y pusieron a prueba mi paciencia
a pesar de haber visto mis milagros durante cuarenta años.
Por eso, me enojé con ellos y dije:
“Su corazón siempre se aleja de mí. Rehúsan hacer lo que les digo”.
Así que en mi enojo juré: “Ellos nunca entrarán en mi lugar de descanso”».
Por lo tanto, amados hermanos, ¡cuidado! Asegúrense de que ninguno de ustedes tenga un corazón maligno e incrédulo que los aleje del Dios vivo. Adviértanse unos a otros todos los días mientras dure ese «hoy», para que ninguno sea engañado por el pecado y se endurezca contra Dios. Pues, si somos fieles hasta el fin, confiando en Dios con la misma firmeza que teníamos al principio, cuando creímos en él, entonces tendremos parte en todo lo que le pertenece a Cristo. Recuerden lo que dice:
«Cuando oigan hoy su voz, no endurezcan el corazón
como hicieron los israelitas cuando se rebelaron».
¿Y quiénes fueron los que se rebelaron contra Dios a pesar de haber oído su voz? ¿No fue acaso el pueblo que salió de Egipto guiado por Moisés? ¿Y quiénes hicieron enojar a Dios durante cuarenta años? ¿Acaso no fueron los que pecaron, cuyos cadáveres quedaron tirados en el desierto? ¿Y a quiénes hablaba Dios cuando juró que jamás entrarían en su descanso? ¿Acaso no fue a los que lo desobedecieron? Como vemos, ellos no pudieron entrar en el descanso de Dios a causa de su incredulidad. —Hebreos 3:7-19
El descanso prometido para el pueblo de Dios
Todavía sigue vigente la promesa que hizo Dios de entrar en su descanso; por lo tanto, debemos temblar de miedo ante la idea de que alguno de ustedes no llegue a alcanzarlo. —Hebreos 4:1
¿Que sucede cuando un creyente rehúsa conquistar la tierra?
Andan vagando en su corazón en el desierto donde murieron los rebeldes.
• La promesa y el juramento de Dios en Cristo
• El cumplimiento de la promesa a través de las generaciones (Abraham, Isaac y Jacob)
• No olvidemos el pasado para no repetir los mismos errores (1Cor.10)
• El descanso de llegar a casa
Considerar la armadura de efesios 6 como parte de la promesa de Dios para enfrentar las batallas en al conquista